(Negra sombra...) Iridotomía
Publicado: 09 Nov 2010, 11:59
Buenos días a todos, os presento un nuevo caso.
Se trata de un hombre de setenta y tantos años, que acude a consulta un tanto cabizbajo. Nos cuenta, entre evidentes signos de preocupación, tristeza e incluso desesperanza, que llevaba años perdiendo visión poco a poco. Accedió a las repetidas súplicas de sus hijos para acudir a una cosulta oftalmológica, donde tras una intervención que duró algo más de media mañana, le dieron el alta sin mayores explicaciones. De inmediato observó que sí, veía mejor, pero algo había cambiado sutilmente en su percepción del mundo y de los lugares conocidos. Algo extraño, intruso, omnipresente, una percepción intangible pero a la vez incesante, que empezó a rondarle la cabeza como un remordimiento pertinaz e inmisericorde.
Una sombra se había apoderado de su vida, y no cesaba en su empeño de perseguirle. Allá donde levantase la vista, allí estaba ella, rauda para confundir y llenarlo de dudas sobre lo que estaba viendo. Frotábase los ojos de incredulidad, parpadeaba sin descanso, pero al volver a abrirlos, la siniestra compañera seguía allí. ¿Sería el presagio del inevitable destino que nos aguarda?
Lamentando no tener una ouija para incrementar nuestra eficacia diagnóstica en un caso tan propio de las oscuras noches de Noviembre, entramos en el gabinete.
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Se trata de un hombre de setenta y tantos años, que acude a consulta un tanto cabizbajo. Nos cuenta, entre evidentes signos de preocupación, tristeza e incluso desesperanza, que llevaba años perdiendo visión poco a poco. Accedió a las repetidas súplicas de sus hijos para acudir a una cosulta oftalmológica, donde tras una intervención que duró algo más de media mañana, le dieron el alta sin mayores explicaciones. De inmediato observó que sí, veía mejor, pero algo había cambiado sutilmente en su percepción del mundo y de los lugares conocidos. Algo extraño, intruso, omnipresente, una percepción intangible pero a la vez incesante, que empezó a rondarle la cabeza como un remordimiento pertinaz e inmisericorde.
Una sombra se había apoderado de su vida, y no cesaba en su empeño de perseguirle. Allá donde levantase la vista, allí estaba ella, rauda para confundir y llenarlo de dudas sobre lo que estaba viendo. Frotábase los ojos de incredulidad, parpadeaba sin descanso, pero al volver a abrirlos, la siniestra compañera seguía allí. ¿Sería el presagio del inevitable destino que nos aguarda?
Lamentando no tener una ouija para incrementar nuestra eficacia diagnóstica en un caso tan propio de las oscuras noches de Noviembre, entramos en el gabinete.
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